Carisma Teresiano

Para empeñarnos de un nuevo modo y con renovado entusiasmo en la misión educativa, las/os EDUCADORAS/ES, hemos de renovar nuestra vocación:

Necesitamos DESPERTAR

Para ver no sólo las imágenes que los medios quieren vendernos, sabiendo que detrás de ellas no están los rostros de las personas, sino los intereses de acumulación. Dejar de consumir toda información que abruma y confunde y aprender a elegir la que alimenta.

Mirar sin temor aquello que no corresponde a los cánones de belleza interiorizados desde nuestra propia cultura, pero existe y está ahí, esperando ser reconocido para revelarnos su valor. Mirar con el corazón.

Para escuchar con atención relatos, historias personales que nos hablan de distintos contextos culturales de otra historia. Así comprenderemos por qué pasa lo que pasa, por qué se piensa como se piensa, por qué se actúa en un sentido u otro, y seremos más

respetuosas/os con la opinión distinta y estaremos en condiciones de dialogar.

Provocado por la violencia, especialmente la que tenemos interiorizada, cuando creemos que debe regir la ley del más fuerte porque es condición de sobrevivencia lo acumulado. Si tocamos el sufrimiento y le ponemos nombre y apellido expresaremos con el gesto oportuno la compasión y solidaridad que nace de

reconocer que somos parte de la misma familia y “lo que sufres tú”, me concierne. Despejaremos el temor de sentir, compadecer, padecer con, disfrutar y nos pondremos manos a la obra colaborando en acciones solidarias. Hay que tocar para hacer nacer el compromiso y la responsabilidad por el cuidado de la vida.

El aroma de la presencia del Dios viviente en nuestro interior y en toda realidad, que nos permitirá acoger lo que Él en cada situación nos vaya mostrando y elegirlo, porque eso será lo que nos vale. Desde la fidelidad a Dios y a su Palabra podremos ejercer nuestra misión educadora y ser acompañantes de otras generaciones

nuevas o viejas, quienes también tienen mucho que enseñarnos. Lo haremos compartiendo la sed de Dios, con quienes sean de nuestro credo y abiertas a los de otros/as. Y lo haremos porque estamos ciertas/os que esta experiencia transparenta el Amor y Verdad divinas y son lo único que une, ilumina y calienta nuestro mundo.

El afecto y la ternura, la confianza, dar espacio al silencio, reparar en la belleza… porque al haber seguido una carrera competitiva, buscando la eficacia y la rentabilidad, parece que se nos ha extraviado ese gusto. Cuando nos encontremos

comprobaremos que somos iguales, y por compartir la misma dignidad, merecemos los mismos derechos y hemos de responder unos/as por otros/as.
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